Por Mellizen Uribe
En su campaña y discurso
de toma de posesión, el presidente Danilo Medina aseguró que pondría fin a la
impunidad en nuestro país. Para lograr esto prometió luchar contra la
criminalidad y la corrupción y promover la legalidad y la transparencia. Aclaró
que el rumor público sería suficiente para actuar.
Justamente la corrupción ha sido un talón de Aquiles del
mandatario. Al principio porque no se disponía a enfrentarla, siendo la lucha
contra ella el factor ausente dentro de las iniciativas novedosas que promovía
al instaurarse en el poder.
La estrategia política de entonces fue distanciarse de su
antecesor. Era el clásico juego estadounidense del policía bueno y el malo,
siendo Danilo el primero y el expresidente Leonel Fernández el último.
Se vendía la idea de que la corrupción era de la anterior gestión, quedando exentos Medina y sus funcionarios, a quienes se les visualizaba como las víctimas de una negociación política que los tenía de manos atadas y obligados a mantener en el gabinete a “servidores públicos” leonelistas.
Se vendía la idea de que la corrupción era de la anterior gestión, quedando exentos Medina y sus funcionarios, a quienes se les visualizaba como las víctimas de una negociación política que los tenía de manos atadas y obligados a mantener en el gabinete a “servidores públicos” leonelistas.
No obstante, hubo quienes siempre advirtieron en Danilo falta de
voluntad real de luchar contra la corrupción. Ahora, con el caso de la Oficina
de Supervisores de Obras del Estado (OISOE) va quedando evidenciado que no solo
se trataba de falta de voluntad, sino que funcionarios cercanos y de confianza
del Presidente estarían vinculados a actos de corrupción.
Lo de la OISOE es sólo una muestra. Se ha advertido que
estructuras similares de extorsión y robo de recursos públicos que deberían
estar destinados, por ejemplo, a enfrentar el dengue en los hospitales, a
mejores salarios para los empleados públicos o a dignificación y equipamiento
de la Policía para mejorar su respuesta ante la delincuencia, estarían operando
en otras áreas claves del Estado, siendo imposible que el Presidente y su
equipo las desconociera.
En realidad esto no llama a sorpresa. La corrupción se ha
convertido en uno de los problemas lacerantes de la sociedad dominicana, siendo
común la depredación del erario sin que hayan las mínimas consecuencias.
Pero, de manera magistral, este gobierno usó todas las técnicas
de la comunicación moderna para convencer al pueblo dominicano de que era
diferente a sus antecesores y que estaba dispuesto a corregir todo aquello que
estuviese mal.
Danilo Medina sembró y cultivó el mito de la diferencia y de ahí
cultivó su popularidad. Pero por más buena que sea la comunicación política,
sino hay políticas públicas reales los mitos se caen y eso es justamente lo que
está pasando con el Presidente, que ahora deberá hacer lo que nunca se ha hecho
contra la corrupción o finalmente demostrará que en realidad él es más de lo
mismo, pero con buen marketing y propaganda.
FUENTE: EL GRILLO
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