jueves, 5 de abril de 2012

El Lunes en Las Cachúas

Por Welnel Darío Féliz

Es conocido que Las Cachúas de Cabral escenifican su celebración los tres días siguientes al Viernes Santo, esto es, sábado de gloria, domingo de resurrección y el lunes. Este último día todo culmina con un gran desfile popular por el pueblo, el cual recorre algunos barrios –El Centro, La Peñuela, Parte del Pueblo Arriba y El Llano- hasta culminar en el cementerio, rindiendo honor a los cachúas fallecidos con un repique de foetes y la quema del judas. Las particularidades de este último día son parte fundamental de toda la festividad, pero no siempre ha sido así, sino que es producto de causales histórico-sociales, tanto de influencias de decisiones estatales como religiosas, coaligadas con imposiciones populares que constituyeron respuestas y resistencia a impedimentos del desarrollo de la costumbre que indujo la iglesia y el ayuntamiento.

Desde que se tienen noticias Las Cachúas salían a las calles el sábado de gloria y domingo de resurrección. Ellas arropaban el pueblo a las diez de la mañana, a poco de producirse el repique de campanas que anunciaba al mundo la resurrección de Jesús. El impedimento religioso impuesto venía de la mano de la vieja costumbre del respeto por los días santos, que obligaba a que toda la Semana Santa se produjese un recogimiento de la gente, lo que implicaba desde la cesación de toda actividad productiva, hasta, incluso, prohijar un absoluto silencio. Tal costumbre tendía a denotaba el dolor de la gente por la muerte –o el asesinato- de Cristo, el cual convertía en felicidad a celebrar su resurrección el sábado, seguido de la quema del muñeco que representaba a judas, acompañado de todo tipo de gritos, vituperios, fiestas y alegría. Aunque a comienzos del siglo XX en la región no se guardaba la Semana Santa con tal sumisión a la costumbre, por lo menos desde del Jueves Santo hasta el sábado a las diez de la mañana se asistía a un recogimiento casi total.

Como Las Cachúas son populares, no estaban –ni están- exentas de toda influencia proveniente del Estado o los estamentos religiosos, de allí que salían a sus fiestas y al mismo tiempo eran una muestra de alegría por la resurrección de Jesús. Las diez de la mañana era esperada por el pueblo para disfrutar de esa vieja costumbre, en la que el cada rincón se convertía en dominio absoluto de Las Cachúas.

La religiosa costumbre de la fiesta de la resurrección y la quema del judas a las diez de la mañana del sábado de gloria experimentó cambios. Hacia la mitad del siglo XX se comenzó a cuestionar el momento de la festividad de resurrección, principalmente en el hecho de que entre el viernes a las tres de la tarde y el sábado a las diez de la mañana no habían transcurrido tres días, lo cual era incongruente con la Biblia, la cual establece que Jesús murió y resucitó al tercer día.

Ante tal situación, en 1951 el Papa dispuso una reorganización de los ritos y celebraciones de la Semana Santa y sometió este nuevo orden al concilio de los Cardenales, que lo aprobó el 19 de julio de 1955, ratificada por el Papa Pío XI el 16 de noviembre del mismo año. Orientó esta disposición, a que se realice una vigilia el Sábado Santo, “repicando Gloria” a las 12 de la media noche del domingo y quemando el Judas después del repique de campanas.

Este mandato religioso, que entró en vigencia en el 1956, generó un cambio inmediato en Las Cachúas, puesto que en mucho dependía de la costumbre católica, les fue prohibido y se abstuvieron de salir el sábado, esperando el repique de gloria a las 12 de la noche.

A la par de esta decisión eclesiástica, situaciones y festividades de Estado generaron cambios. Precisamente, a inicios de ese año la ciudad Santo Domingo –entonces ciudad Trujillo- se engalanó con la celebración de la Feria de la Paz y Confraternidad del Mundo Libre. Como tales celebraciones coincidieron con el carnaval, estas últimas fiestas fueron pospuestas, a los fines llevar a cabo un festejo en grande, organizando las autoridades un corso florido. Para evitar contradicciones con la iglesia católica y las costumbres populares, se decidió celebrar este corso florido el domingo 1 y lunes 2 de abril, después de la Semana Mayor, declarando, mediante la Ley 4409, del 22 de marzo de 1956, el lunes 2 como día de fiesta nacional y por lo tanto no laborable en todo el país.

Ese día no laborable fue aprovechado por Las Cachúas y extendieron su celebración hasta el lunes, cumpliendo así con ese “día de fiesta nacional” a su manera, bajo el beneplácito de las controladoras autoridades y la mirada indiferente de la iglesia. Según algunos octogenarios y nonagenarios entrevistados, el aprovechamiento también estuvo motivado por el impedimento religioso de no disfrazarse el sábado, de allí que tal acción constituyó una respuesta al coartamiento de la costumbre de la festividad, hasta el punto de que todos los años, a partir de 1956, los lunes fueron un día mas de fiesta popular cachúa, logrando recuperar el sábado en los primeros años de la década de 1960 –se considera que a partir de 1962- y siendo desde entonces, ya no dos días –como era hasta 1955- sino tres.

Como era normal, en los años siguientes a 1956 como el judas se quemaba a las doce de la media noche, tal costumbre perdió cierta vigencia, siendo mantenida y reivindicada por Las Cachúas como parte de sus celebraciones, pero trasladando la quema para el lunes, en el cementerio, apoderándose y cambiando así una festividad puramente encabezada por la iglesia y el ayuntamiento a ser una costumbre netamente cachúa, siendo una característica muy particular de ellas en los años siguientes. Ese judas asumió nuevas connotaciones a partir de 1962, cuando se asumió, en adición al judas traidor, al judas calié, representativo no solo de aquel discípulo que luego vendió a su maestro, sino del delator trujillista que denunciaba a todo aquel opositor al régimen.

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