ANTONIO GARABITO
El partido
Revolucionario Dominicano, organización política que fue fundada en Enero del
año 1939 por un puñado de dominicanos exiliados en Cuba, ha sido objeto de
varias crisis internas, algunas de las cuales han terminado con
fraccionamientos que han impedido que dicha organización cumpla con el objetivo
primario de cualquier partido político; que es la toma del poder.
En la era
democrática, es decir después del derrocamiento de la tiranía de Trujillo, el
partido blanco ha sufrido tres grandes divisiones; la primera se produjo en
diciembre del año 1973, la cual trajo como consecuencia la salida de sus filas
de quien fuera uno sus fundadores y líder fundamental en la época, el Profesor
Juan Bosch. En el 1988 se produjo otra gran división con la salida del
Licenciado Jacobo Majluta, figura que había jugado roles importantes en la vida
de esa organización y en la administración pública, debido a que había sido
Senador de la República y presidente del Senado, vicepresidente de la República
y Candidato presidencial de dicho partido en año 1986; mientras que en el año
2003 se produjo la última gran división del partido blanco, con la salida de
sus filas de una de sus figuras más emblemáticas, el Licenciado Hatuey Decamps
Jiménez, a la sazón presidente del partido de Peña Gómez.
Todas y
cada una de esas divisiones han dado al traste con las posibilidades de éxito
en diferentes coyunturas electorales para ese partido; la división del 1973
produjo un gran debilitamiento que impidió participar con éxito en las elecciones
de 1974, puesto que el referido fraccionamiento se produjo a la puerta de dicho
proceso electoral; la división de 1988, fue resultado de la crisis que se
generó con los resultados de la convención del año 1985, en la que participaron
Jacobo Majluta y Peña Gómez, que a su vez provocó la derrota del año 1986 y
consecuentemente la salida del poder del partido de “la esperanza nacional”. La
división del año 2003 contribuyó a la derrota del 2004 y a la salida del poder
en condiciones deplorables del partido.
En la
actualidad, el legendario PRD, el partido “más democrático del país” se
encuentra inmerso en otra crisis interna que lo tiene a la puerta de otra gran
división; crisis que ya imposibilitó que dicha organización catalizara las
aspiraciones de amplios segmentos de la sociedad dominicana de producir un
cambio del equipo de hombres y mujeres que estaba al frente de la cosa pública;
hastiado de un gobierno de simuladores y disimuladores que arrabalizaron la
administración pública, provocándole una daño moral y económico a la sociedad
de consecuencias insospechadas.
No hay que
ser un gran analista para concluir en el hecho cierto de que el liderazgo del
PRD ha sido históricamente incapaz de ubicar sus posiciones y ambiciones
personales por debajo de las aspiraciones colectivas del partido y del pueblo
dominicano. Con la agravante de que ese liderazgo no ha logrado aprender la
lesión de esa historia nefasta, lo que indica claramente que no ha evolucionado
políticamente, ni generacionalmente. Es curioso observar que figuras que hoy
son partes importantes de la actual crisis, jugaron también roles importantes
en las crisis y divisiones del 1973, en la del 1988 y en la del 2003; razón por
la cual en la comedia del PRD de hoy solo ha cambiado el tiempo, pero el
escenario es el mismo y con iguales actores, lo que da lugar a que los errores
sean los mismos.
No ha
entendido ese viejo liderazgo que la sociedad cambió, que las circunstancias
cambiaron, que las necesidades cambiaron, que los problemas son otros. Hoy la violencia no es ideológica, no es
del gobierno contra el pueblo; es de la sociedad en contra de la sociedad. Hoy
la tecnología rompió con el monopolio de la información y el PRD se queda sin
respuestas.
Ese no es
el partido que la sociedad de hoy quiere y necesita; esa sociedad que ha visto
crecer su clase media, que tiene acceso a la información, que quiere un partido
que tenga la capacidad de organizarse de forma tal que pueda renovar su
liderazgo sin traumas; un partido que pueda darle respuesta satisfactoria a los
grandes males que afectan la sociedad, que pueda parir un liderazgo con mas
visión y menos ambición, un liderazgo tolerante ante el talento de sus
compañeros y que se torne elástico en las confrontaciones, a los fines de
procurar salidas inteligentes y sobre todo un liderazgo con la capacidad de
cohabitar.
El Autor es SECRETARIO GENERAL DEL
PRD en Cabral, Barahona, R.D.
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